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La Realidad del Triángulo Dorado detrás del Estigma: Dip Noel Chávez Velázquez

29 de septiembre de 2022. El despliegue y persistencia de conflictos sociales, violencias y actividades delictuosas, conllevan frecuentemente, además de sus efectos económicos y judiciales, una serie de repercusiones importantes en la conformación simbólica de las sociedades, regiones y pueblos en que se manifiestan dichos fenómenos.

En México, la historia del tráfico de drogas registra desde la segunda mitad del siglo XX, el concepto público del llamado Triángulo Dorado, en referencia a la conexión y redes de producción y tráfico de drogas entre regiones geográficas y comunidades vecinas de los estados de Chihuahua, Durango y Sinaloa.

Tal forma de vincular un territorio específico con una porción de su realidad, no solamente resulta injusto sino que, además, supone un obstáculo para cualquier intento de pacificación, reconciliación social, y apuesta profunda por una cultura de la legalidad.

Del mismo modo en que la realidad del narcotráfico ejerce una influencia nociva en los rasgos de identidad y cultura de una comunidad, la modificación consciente y comprometida del entramado simbólico de dichas comunidades puede conducir a una transformación paulatina de la realidad.

Es claro que ninguna sociedad puede reconstruirse y desafiar sus circunstancias de conflicto, violencia o ilegalidad, por parciales que éstas sean, sin un esfuerzo común por interpretar su pasado y su presente, de manera crítica y consciente, y a partir de ello reconfigurar un mejor marco de relaciones e identidad.

Partir, por lo tanto, de una modificación a aquellos elementos simbólicos que nos presentan ante los demás, es un paso obligado en la búsqueda de reconstituir nuestro tejido social. Dicho proceso implica, desde luego, nombrar y dignificar en la conciencia pública a las víctimas de la violencia y el narcotráfico.

En este marco, quienes integramos el ENCUENTRO DE TRES LEGISLATURAS: CHIHUAHUA-DURANGO-SINALOA, se pretende construir un espacio común de diálogo, memoria colectiva, propuestas y acciones solidarias que sirvan a la reconstrucción del tejido social y la revaloración de nuestro marco de identidad, hecho de personas buenas, trabajadoras, pacíficas y convencidas de que la legalidad y la paz son las mejores vías para el progreso personal y colectivo.

Todas las voces y todas las fuerzas políticas representadas en los Congresos de los tres Estados convergemos nos unimos para impulsar no solo una idea si no una realidad.

En la que debemos contribuir a los cultivares del bosque que florecerá en un nuevo amanecer:
La demarcación conformada por esta confluencia en la imponente y bella latitud nuestra región es un espacio donde sus habitantes, mujeres y hombres, en sus labores cotidianas y quehaceres culturales trascienden las líneas que separan las tres entidades federativas.

Para la gente buena no hay fronteras, hay familias, amistades y solidaridad; se trata de gente que sabe de milpas y bosques, son hijos de la Madre Tierra, así se asumen, y saben vivirla y amarla como se ama a una madre al cuidar los pinos , encinos y todo el bosque; aquí a nadie se le niega un vaso de agua y en la casa campesina el transeúnte encuentra cobijo y tortillas, lo viven por derecho propio, por su trabajo y su legado cultural; son comunidades que por los avatares de la historia viven situaciones de abandono social y, por ende, adolecen muchas carencias sociales; aun cuando están más cerca del cielo la esperanza otea lejos, no obstante, alumbra el sol, ahora se acerca, es tangible una posibilidad: la carretera Badiraguato-Guadalupe y Calvo.

La esperanza, aquí y ahora, sugiere fechas y prontos resultados.

Al romperse la Sierra Madre Occidental para dar paso a la comunicación se hacen viables eventuales iniciativas para el fomento económico y se propicien actividades en aras de producir y multiplicar los ingresos; la gente en la sierra, con todo el dolor humano que pudiera juntarse por las adversidades de la historia, es gente feliz, gente con arraigo y esperanza; gente a la que le asiste un derecho histórico: el deber del Estado de ampliar y sostener políticas públicas para su bienestar.

La cultura, la cuna campesina pervive en la ciudad y en el extranjero, allende frontera al norte, la gente del campo palpita transubstanciada en el asfalto, las largas procesiones migratorias, siglos de migraciones, han propiciado los procesos de interculturalidad elevando la humanidad caracterizada hacia dimensiones superiores por el amor y los derechos humanos, la gente del campo aporta, como lo sugiere Rosario Castellanos: Otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser. He aquí otra deuda de la ciudad, y del Estado, por ende, con la gente buena del campo.

En el PRI, un servidor propongo ante los tres Estados respaldar la producción de oxígeno desde los bosques en los altos de México, labor humana imprescindible, más todavía por el estado de contaminación de la tierra, políticas que dignifiquen la vida humana en la sierra y preserven la naturaleza, y con ello se propicie el desarrollo social; todo esto implica ampliar la participación del Estado mexicano en el mecanismo internacional que genera el Bono de Carbono a manera de compensación para los productores de oxígeno, los ejidos madereros; alternativas en la producción de alimentos, como lo es la plantación de aguacate, y otros; construcción de un centro de salud bien equipado con personal especializado para la atención médica que haga viable el derecho a la salud; entre otras iniciativas.

El estigma de violencia y narcotráfico del Triángulo Dorado es la fachada errónea de una realidad de miles de familias que viven en la pobreza y la marginación con un sinfín de necesidades que radican principalmente en la Falta de Justicia, Salud y Educación y es en estos rubros donde vamos a trabajar y no solamente en la zona que convergen los tres Estados sino en toda la Sierra Tarahumara y en cada punto donde habitan personas que requieren de nuestro apoyo y atención.

Trabajamos por esta tierra que nos da identidad y que nos dio raza.